EL SENTIR DE UNA VIDA


...y es que toda una vida es algo indescriptible: un compendio de tantos momentos, tantas personas, tantas sensaciones y sentimientos, tantas experiencias y vivencias...

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RESCOLDOS AL FINAL DEL CAMINO
                     ...y fue en esto cuando sus castigados ojos se alzaron hacia la parte superior de lo que quedaba de la antigua muralla, viendo con nitidez el perfil de aquel que habría de revelarle lo que con tanta ansia buscó toda su vida y que le aguardaba bajo una rebosante luna.
                     -Por fin te hallo, pensaba que mi vida se extinguiría sin que llegara este momento -habló el anciano con evidentes signos de fatiga-
                     El silencio los envolvió durante unos instantes que se hicieron eternos y una ráfaga de aire hizo que el borde de la túnica sobre las desvencijadas piedras se levantase asemejando una pretensión de huir.        
                     -Sabe, oh buen anciano,-comenzó a decir el misterioso ser bajo la guarda de la capucha- que los restos que hoy ves de estos muros son lo que antaño me refrendaron. 
                     No te apenes ni te extrañes al encontrarlos en tal estado, ni temas por aquello que en el pasado protegieron, pues si una vez fueron vigoroso baluarte que resguardó fielmente me tenue ser, ahora representan la convicción de que SOY, y toda mi protección es la invisible armadura que confiere mi propia esencia. 
                    No necesito ya pues permanecer al amparo de esas deterioradas aunque no por ello nada despreciables piedras.
                   Precisamente por ello, te las mostraré una a una en las siguientes líneas a modo de homenaje para que disfrutes de ellas, pues aunque mágico escudo fueron en su momento, también sirvieron a la vez de misterioso y bello camino.
                    El anciano asintió expectante y escuchó con atención, pues era lo que había venido a buscar...            
         


LA ÚLTIMA CANCIÓN

                Hasta sus oídos llegan murmullos que traen las pequeñas olas en su hechizante baile sobre la orilla. Susurros que provienen de mar adentro, quizás de las oscuras profundidades; tal vez de un lugar lejano, ajeno al tiempo y el espacio. Una suave y cálida brisa acaricia su rostro, parece intentar consolar de alguna manera su intensa congoja. Juega con su largo y sedoso cabello, provocando sutiles cosquillas en su cuello y mejillas.

                Su mente se encuentra repleta de pensamientos que, fugazmente, la inundan y la abandonan; son el fruto de una incontenible desesperación que aflora con fuerza desde lo más hondo de su alma, de un poderoso sentimiento de contradicción.

                Inconscientemente crea efímeras figuras en la arena con las manos al tiempo que las observa con la mirada perdida. La humedad de la arena se hace agradable al contacto con la piel de sus piernas al término de los escuetos pantalones. Una fina y sedosa camisa que deja entrever sus encantos con algunos botones desabrochados cubre el resto de su cuerpo. Es una calurosa noche de verano, y aún así tiene frío, quizás el corazón ha comenzado a helarse con la determinación que acaba de tomar.

                Él aguarda, acaba de terminar de interpretar una bella canción con su vieja guitarra, posee una melodiosa voz y a ella le encanta escucharla, aunque esta noche es diferente, algo ha cambiado, ella no reacciona, no muestra señales de alegría; está ausente, sin proferir palabra alguna. Decide ser paciente, esperar alguna señal, no entiende lo que ocurre y teme no decir lo adecuado.

               Ella levanta la cabeza mientras se limpia las manos y le acaricia el rostro observándole detenidamente; por las mejillas resbalan sin control gruesas lágrimas procedes de sus grandes ojos verdes.

                Él tiene la sensación de que intenta memorizar sus rasgos, como si fuese la última vez que le mirase.

                Ella se acerca y le da con sumo cuidado un beso en los labios, delicado, tierno, y, sin mediar palabra, se levanta cogiendo su calzado y se acerca a la orilla. Él no comprende, pero algo presiente. La sigue con la mirada entre la penumbra de la noche y ve como se agacha brevemente, mira la luna reflejada en el mar y, lanzándole una última mirada, se aleja hasta perderla de vista.

                Una sensación de ahogo invade todo su ser conforme se acerca a la orilla, y una inmensa soledad y tristeza cuando ve el ya algo borroso grabado en la arena, cuando lee “Te amo, hasta siempre”.

                Muere por dentro al instante, el murmullo es ahora llanto, los susurros sólo traen amargos sentimientos de las profundidades de un corazón roto al que únicamente da consuelo una solitaria luna llena de una noche de verano.




 LUNA TRAICIONERA

                        El corazón le da un vuelco en el mismo momento que alza la vista y la vislumbra...

                           Se siente febril, extenuado, completamente abnegado por la emoción y la tristeza de tan vívido recuerdo.

      Sin esperarlo, se sume en un letargo que hace que no exista nada más aquello que ahora irrumpe en su corazón por antiguos y olvidados caminos, abriéndose paso dolorosamente hasta el último rincón de su mente, haciéndole regresar, amar, llorar de nuevo…


    Esa noche, la luna llena se ha confabulado contra él, se ha servido de su radiante esplendor, de su hechizante luz, tantas veces escenario de prohibidos sentimientos…

                        Sus ojos ya no ven la luna, sólo dos solitarias y brillantes estrellas que parpadean intensamente, fluctuando su luz con fuerza. No cesan de irradiar pequeños destellos luminosos que se le antojan palabras, notas de una canción que oye en la distancia, en el tiempo.
      Le embrujan, le absorben, se transforman ante sus ojos…
      Dejan de ser pálidas pasando a un intenso azul…
    Ya no fluctúan, emiten una fuerza que le sobrepasa, que le transporta al infinito materializado a tan sólo unos pasos suyos...

                          La tersura de su largo y brillante pelo negro, la calidez de sus labios, su rostro, el contorno de un cuerpo inspirado en la irreal pero eterna belleza de aquello que tan sólo existe en la perfección de lo divino; sus ojos, portales a un abismo de sentimientos, ventana a una infinidad de universos en los que perderse, en los que sentirse pleno y seguro, en los que amar y ser amado…

                             En el instante en que esas dos estrellas que son sus ojos vuelven a posar la mirada en los suyos una ola de locura le invade, su corazón se acelera, tiembla, se enamora, se rinde a sus pies y, entre lágrimas, alza en silencio el juramento de permanecer siempre a su lado, evocando al tiempo en su alma poderosos y sangrantes sentimientos de un pasado que creía ya desterrado pero que se hace vívido dentro de su alma, encarnándose de nuevo en su pecho una parte de su vida...

                            Poco a poco sucumbe respirando con dificultad, debe asumir y aprender de ello, debe avanzar y hacer frente a lo que tiene delante, a aquello que le atormenta pero que es parte suya, debe digerirlo, intentar volver a una realidad más serena, saber que lo importante es superar las cosas e integrar el conocimiento y la experiencia en su interior, logrando así crecer y realizarse… 

                         Aún así tiene miedo, le aterra volver a alzar la mirada, pero con feroz valentía se yergue para comprobar con horror que en la oscuridad de la noche tan sólo le observa la luna llena, ese astro cruel que hoy se ha convertido en su enemigo, que ha vuelto a abrir en su interior heridas tan profundas y antiguas como las aguas del océano.
    Esa maldita luna que le ha recordado que su alma y su corazón la amarán por siempre… 





SIRENA DE OJOS RASGADOS

“Y Tú,

Mi sirena de ojos rasgados,

De ondulados y oscuros cabellos,

Hace tiempo ya que habitas en mi Sagrado Reino,

Retozando entre las olas,

Afianzada en una sólida y bella roca,

Deleitándome con hermosos cánticos de apoyo,

Valor y cariño.

Tu cuerpo,

Sereno pero rebosante de energía,

Adornado con cientos de saladas gotas,

Esmeraldas que deslumbran al sol…

Tu agresiva pero hermosa mirada,

Llena de interminable deseo me contempla,

Es mi guardiana y mi protectora,

Es cazadora y a su vez se convierte en presa,

Presa de mi interminable trasiego,

De mi infinito pulular por las profundidades del anchuroso mar,

Allí donde me alimento de la fuente de inspiración,

Siempre al amparo de tu mágica presencia…

     Y al llegar a ese momento,

Aquel en el que ya me sumerjo sin control,

En el que viajo hacia desconocidas profundidades,

Territorios insondables,

Demasiado atrevidos quizás para un corazón sencillo,

Mi torturado espíritu se retira a descansar,

Busco tu beneplácito,

Llego hasta aguas poco profundas,

En ocasiones acabo varado en silenciosas orillas…

     Allí,

Dejándome llevar,

Sintiendo como las propias olas,

Suaves,

Calmadas,

En un atisbo de ternura,

Me acunan y acarician,

Me abandono y quedo dormido,

Adentrándome en un sueño donde,

Una vez más,

Te hallaré,

Siempre latiendo a mi lado…




MI CAMPANILLA         

   Dorada iridiscencia derramada sobre tu rostro,

Manto de gotas de rocio,

De brillantes e infinitos deseos…


   Desafiante sensualidad irradian tus gestos,

Tu cuerpo de ninfa aguarda en calma,

Mas tu agitada alma turba mi espiritu…


   Multitud de pensamientos me invaden,

Mar de sensaciones que acaricia mi ser,

Intenso relampago que sacude mi cuerpo…


   A tan solo unos pasos te encuentras,

Sin embargo…

A infinita distancia te hallas…


   El presente,

Nuestro lecho…

   El silencio,

Nuestro amparo…



   Olvidada inspiracion me devuelve tu presencia,

Rasgos felinos me seducen en dos verdes gemas,

Me envuelven…


   Me arrastran a un recondito universo,

Alli en donde los suenos se hacen realidad,

En donde siquiera por unos instantes,

Podre ser por siempre tu Peter Pan…



 






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